viernes, 2 de agosto de 2019

Lírica de lo cotidiano

¿Sabes esos momentos en que te abstraes y eres consciente de lo que te rodea?
Cuando miras el mar sentado desde la orilla y liberas tu mente de las preocupaciones diarias y dejas que vuele libre.
Cuando sigues con la mirada, tras los cristales, la trayectoria de una hoja movida por el viento.
Cuando, sentado en el jardín, espías la entrada y salida, de un hueco en la pared, de un pájaro trayendo alimento a sus polluelos.
Cuando, en la sala de espera del médico, observas sin pretenderlo el movimiento repetitivo de unas manos que ya han vivido muchas primaveras.
Cuando, de repente, te das cuenta de que sonríes porque un recuerdo amigo ha venido a sorprenderte.
Cuando observas a un niño afanoso crear un castillo con arena de playa y que habla consigo mismo o con alguien de su universo que tus ojos maduros no te permiten ver.
Eso. Esa sensación, es lo que he tenido leyendo “Lírica de lo cotidiano”, en la que Miguel Herranz se ha hecho aún más grande y nos ha dejado verlo.
Le he estado dando vueltas y vueltas, releyendo y repasando lo subrayado y no sabría quedarme con un solo poema. Podría ser NEANDERTAL o LEO, DOS AÑITOS o NO TE FÍES… Podría ser cualquiera. Pero, no sé muy bien por qué motivo, os voy a dejar PARTIR.
Partir al centro de uno mismo.
Dejar atrás el alfoz,
lo colindante.

Llegar;
y llegar sin equipaje,

a ver qué pasa,
a ver qué ocurre, allí;

dentro,

en las soberbias
planicies de mi alma.


SLHLT

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