Leal es un perro. Está hambriento y atado con una cadena bajo la
lluvia. La manada de hombres que lo retienen dicen que el hambre hará que siga
mejor el rastro. No saben nada. Buscan a un indio. Pero le temen. A él y a esta
selva llena de ruidos que no escuchan y que no saben entender. Están nerviosos.
Puede oler su miedo.
Allí tumbado, oyendo rugir sus propias tripas, recuerda: al poco
de nacer estuvo a punto de morir en la nieve, pero un jaguar lo encontró y lo salvó.
Como aquella montaña no era el mejor sitio para un perro, una noche lo llevó a
un poblado mapuche. Allí creció con otros cachorros humanos y aprendió a amar y
a respetar todo lo que le rodeaba, a usar solo lo necesario y a agradecer a la
naturaleza por todo lo que le proporcionaba. Allí también aprendió a amar a su
hermano humano Aukamañ y el
significado de la palabra lealtad.
En su anterior día de caza Leal
encontró una brizna de lana en la selva:
“Esa pequeña brizna de
lana huele a leña seca, a harina, a leche y a miel, huele a todo lo que perdí.”
Y reconoció el olor. Ahora sabía a quién buscaban aquellos
hombres.
¡¡Nunca lo encontrarán!!
Luis Sepúlveda es un gran contador de
historias y sabe transmitir como nadie el amor y el respeto por la naturaleza.
Esta historia no es sólo un homenaje a sus orígenes indios si no un toque de
atención sobre las zonas que se está devastando, las culturas que se están
perdiendo y las vidas que se están segando en aras del progreso, la civilización
y el enriquecimiento de unos pocos.
Es un cuento precioso.
SLHLT
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