Si sus
perros hubiesen estado menos consentidos habrían obedecido a su llamada y la
reina Isabel II no habría tenido que ir tras ellos hasta una de las zonas que
menos frecuentaba de su jardín y no habría encontrado la biblioteca móvil del
ayuntamiento frente a la puerta de las cocinas de palacio.
Si
hubieran dejado de ladrar no se habría sentido en la obligación de subir al
autobús y pedir disculpas por el alboroto.
Si no
hubiera subido, no habría conocido a Norman, uno de los pinches de cocina y
amante de los libros, y no se habría sentido forzada a llevarse uno.
Si todo
esto no hubiese pasado, su vida seguiría igual, pero no fue así.
¡Qué
raro para alguien como ella, cuyo deber es mostrar interés, es estar interesada
verdaderamente por algo!
Este
libro, delicioso y ácido a partes iguales, fabula con la iniciación a la
lectura de la mismísima reina de Inglaterra. Cómo la vuelve más humana, más
lista y más capaz de entenderlo todo, a la vez que suscita el recelo de sus
criados, asesores y del propio Primer Ministro, sintiéndolo como algo
perjudicial para la corona y para el país.
Con un
genial humor inglés, Alan Bennett,
hace apología de la lectura como arma ante el mundo y recorre parte de la
literatura de todos los tiempos desmitificando autores y jugando con
estereotipos a todos los niveles.
Me ha sorprendido y me ha gustado.
SLHLT
No hay comentarios:
Publicar un comentario