“Vine a Comala porque me
dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo
le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.”
Eso cuenta Juan Preciado, uno de tantos hijos de Pedro Páramo,
al cumplir la promesa que le hizo a su madre.
¡En mala hora!
Comala ya no
era el pueblo del que ella hablaba, sino un lugar triste y abandonado, habitado
por recuerdos, sombras y almas que murmuran, gritan y recuerdan sus pesares en
cuanto cae la noche.
Su padre, y el de tantos otros, ya no está entre los vivos. Fue
el cacique del pueblo e hizo siempre su voluntad costara lo que costase. Y eso también
fue su condena.
Comala es la verdadera protagonista de esta historia: algo así como un purgatorio. Un lugar
perdido y condenado por sus pecados, maldito por sus gentes, incapaces de
redimirse y de perdonarse. Un lugar de muertos que no descansan, relegados a
recordar sus agonías y sufrimientos.
Este libro es pura poesía novelada. Te envuelve y te embriaga.
Notas su humedad en la piel, su atmósfera densa en los pulmones, y el peso de
tantas vidas mezquinas en el alma.
No te lo pone fácil. Hace trabajar a tu mente para adivinar
quién habla, quién recuerda, quién está vivo y quién se revuelve en su arcón de
madera. Y entre historia e historia, descubres a Pedro Páramo.
Es un libro muy raro, pero me ha encantado.
Os lo recomiendo. SLHLT
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