jueves, 3 de noviembre de 2016

El verano sin hombres

Mia tiene 55 años y es poeta.
Boris es científico, un poco mayor que ella, llevan juntos 30 años.
Boris le pide una "pausa" en su matrimonio. Esa "Pausa" es francesa, compañera del trabajo y 20 años menor que él.
Mía se "vuelve loca".
Tras una temporada en un centro de rehabilitación, Mia decide ir a pasar el verano a su pueblo natal, Boden. Allí vive su madre con sus amigas, los Cisnes, en una residencia para personas mayores independientes y que se valen por sí mismas.
Sus días transcurren entre charlas telefónicas con su psicóloga, clases de poesía a un grupo de chicas adolescentes, el grupo de lectura de la residencia, los secretos de Abigail, el cuidado a los niños de su vecina, las lecturas a autores olvidados, el repaso de su agenda sexual, los emails con su hija, su ex y un desconocido que se hace llamar Nadie.
Es un libro delicioso y feminista. Es una historia de introspección, de curación a través de las palabras y de no engañarse a uno mismo, de sentirse en la piel de los demás, de quererse, pero quererse bien. No esperéis una historia de amor al uso, lo de menos es el final, lo importante es aprender y disfrutar del viaje.
La autora escribe y describe las situaciones con maestría, tiene toques de comedia, y rebosa conocimiento e ironía para explicar las relaciones entre hombres y mujeres a través de la historia, la literatura y la filosofía; y la cantidad de teorías, tiempo, dinero y esfuerzo dedicados a explicar y justificar por qué nos han educado distinto, siendo iguales; para mantener esas desigualdades que hacen que las mujeres estemos, cuanto menos, un peldaño por debajo de los hombres. Tiene grandes personajes secundarios y explica muy bien a través de sus ojos, las distinta etapas de la vida: niñez, adolescencia, edad adulta, madurez y vejez.
Me ha gustado mucho.                                                                                                        SLHLT

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