El señor Y vive en
Madrid, en el lugar X, y es asesino profesional. Pero se está muriendo. Le
queda un día de vida. Dos, a lo sumo. Su rígida "moral kantiana" le obliga a matar a Eduardo Blaisten antes de
que su existencia llegue al punto final, ya que ha cobrado el encargo por
adelantado. Tiene la absoluta certeza de que morirá hoy. Como mucho mañana. ¿Lo
conseguirá?
Tengo que reconocer que
elegí este libro porque tiene un título genial: El asesino hipocondríaco,
pero no tenía ni idea de qué me iba a encontrar.
¡No es una novela negra!
Y lo de menos es si acaba matando a su objetivo, o no.
En este viaje seguimos
al señor Y en sus múltiples intentos de acabar con Blaisten, y observamos cómo
todos y cada uno de ellos se van frustrando debido a los interminables
enfermedades, patologías, síndromes, deformidades y deficiencias, reales,
imaginarias, inventadas o imposibles, que le afligen y acechan.
En lugar de temer a
alguien tan peligroso como el señor Y, lo que sientes es ternura y lástima por
él y hasta te apetece que consiga asesinar a su objetivo para que termine su
mala suerte.
Esta extraña comedia,
con toques "eduardomendocinos",
es de fácil lectura y te hará pasar un par de tardes entretenidas y con una
sonrisa en la boca.
Una de las cosas que más
me han gustado es que está salpicada de capítulos dedicados a grandes genios de
la literatura y la filosofía y a sus hipocondrías y extrañas costumbres, con
las que el protagonista se siente identificado. Así, Kant, Poe, Byron,
Voltaire, Swift, Tolstói, Descartes, Proust o Molière, entre otros, pasan a
ser, de alguna manera, personajes secundarios.
Sin ser un novelón, la recomiendo por original, amena
y diferente. SLHLT
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